Para esta pensadora malagueña, el origen de la filosofía comienza con la explicación de las cosas cotidianas relacionándolas con lo divino, con los dioses. Cuando alguien se pregunta, ¿qué son las cosas?, es entonces cuando se crea la actitud filosófica. Para Zambrano existen dos actitudes:

*la actitud filosófica, que se crea en el hombre cuando se pregunta algo, por la ignorancia.

*la actitud poética, que es la respuesta, la calma y en la que, una vez descifrada, encontramos el sentido a todo.

1. La cuestión y su método.

La establece bajo dos grandes cuestiones: la creación de la persona y la razón poética. La primera de ellas presentaría el estado de la cuestión: el ser del hombre como problema fundamental para el hombre. Y se constituye como problema para el hombre lo que el hombre sea, porque se presenta su ser, en principio, como anhelo, nostalgia, esperanza, y tragedia. Si la satisfacción fuera su lote, ciertamente no se propondría su propio ser como problema.

El tema de la razón poética, por otra parte, subyace en todas sus obras hasta el punto de constituir uno de los núcleos fundamentales de su pensamiento y se relaciona estrechamente con la relación entre filosofía y poesía con la insuficiencia del racionalismo. La razón poética se construye como el método adecuado para la consecución del fin propuesto: la creación de la persona. Este último aspecto se tiene que ver con el tema de lo divino, con el de la historia y con la fenomenología de los sueños.

2. La fenomenología de lo divino.

Fenomenología de lo divino, fenomenología de la persona o fenomenología del sueño, siempre se trata de una indagación que apunta a la desvelación de “lo que aparece” el phainómenon que, en su aparecer, constituye lo que es el ser humano. Es, por tanto, la búsqueda de la esencia sagrada, indescifrable, de lo humano, que, sin embargo se muestra de múltiples manera, bajo aspectos que se han denominado como “los dioses”, “el tiempo”, o “la historia”, por ejemplo.

Desde los comienzos de la historia, cuando el hombre se veía inmerso en un universo sagrado, hasta el momento de la conciencia en que la historia es asumida con responsabilidad por el individuo, ha tenido lugar un largo proceso durante el cual la persona ha ido ordenando la realidad, nombrándola, a la par que asumía el reto de la pregunta en los momentos trágicos en que los dioses ya no eran la respuesta adecuada.

Zambrano describe este proceso como el paso de una actitud poética a la actitud filosófica. Según la pensadora, la poesía es respuesta y la filosofía, en cambio, es pregunta. La pregunta proviene del caos, del vacío, de la desesperanza cuando la respuesta anterior, si la había, ya no satisface. En cambio, la respuesta viene a ordenar ese caos, hace al mundo transitable, amable y más seguro.

De esta forma, María Zambrano piensa que tratar con la realidad de manera poética es hacerlo en forma de delirio; esto quiere decir que el hombre se sentía mirado sin ver. La realidad se presenta completamente oculta en sí misma, y el hombre que tiene la capacidad de mirar a su alrededor- aunque no a sí mismo-, supone que, como él, aquello que le rodea también sabe mirar, y le mira a él. La realidad está entonces “llena de dioses”, es sagrada, y puede poseerle. El temor y la esperanza son los dos estados propios del delirio, consecuencia de la persecución y de la gracia de ese algo o alguien que mira son ser visto.

Como respuesta inicial a este lema se presentan los dioses míticos, ya que su aparición es una primera configuración ordenada de la realidad. Nombrar a los dioses significa salir del estado trágico en el que estaba sumido el individuo, porque al nombrarles se les puede invocar, ganar su gracia y apaciguar el miedo.

Esta situación trágica del hombre aparece desde el primer momento en que nos preguntamos “¿qué son las cosas?”. Esta pregunta, por tanto, daría nacimiento a la filosofía como saber trágico. Toda pregunta esencial es, para Zambrano, un acto trágico porque proviene siempre de un estado de indigencia. Se pregunta por qué no se sabe, porque algo se ignora, porque algo falta; y la ignorancia es la falta de algo: de conocimiento o de ser. Estos actos trágicos se repiten cíclicamente, porque también es cíclica la destrucción de los universos míticos. Los dioses aparecen por una acción sagrada, pero también hay un proceso sagrado de destrucción de lo divino. El nacimiento de la filosofía dio lugar al descubrimiento de la conciencia, y con ella, a la soledad del individuo. Lo divino había tomado el aspecto de la extrema extrapolación de los principios racionales. Por ello, el Dios al que mató Nietzsche era el Dios de la filosofía, aquel creado por la razón. Según Zambrano, Nietzsche decidió volver al origen, ahondar en la naturaleza humana en busca de las condiciones de lo divino. Con Nietzsche se gestó la libertad trágica según Zambrano, exultante según el propio Nietzsche y con ella la recuperación, en lo divino, de todo aquello que, definido por la filosofía, había quedado oculto. De esta manera, Nietzsche destruyó los límites que el hombre había establecido para el hombre; recuperó todas sus dimensiones, y por supuesto “los ínferos”, los infiernos del alma: sus pasiones. Y en los infiernos, la oscuridad, la nada, lo opuesto al ser y la angustia. La nada ascendió entonces desde los infiernos del cuerpo y penetró por vez primera en la conciencia ocupando allí los lugares del ser.

3. Racionalismo e historia.

El racionalismo es la expresión de la voluntad de ser. No pretende descubrir la estructura de la realidad, sino que asienta el poder desde la suposición de que la realidad ha de ser transparente a la razón, ha de ser una e inteligible. El racionalismo, como todo absolutismo, de alguna manera mata a la historia, la detiene, porque realiza la abstracción del tiempo. Situado entre verdades definitivas, el hombre deja de sentir el paso del tiempo y su constante destrucción, deja de sentir el tiempo como oposición, como resistencia, deja de saberse en lucha perpetua contra el tiempo, contra la nada que adviene a su paso. Por tanto, la conciencia en esa atemporalidad artificial de lo eterno verdadero, no puede despertar, ya que la conciencia surge a la vez que la voluntad persona y esta se crece con la resistencia.

En este aspecto, lo que le preocupa a María Zambrano es lograr humanizar la historia y la vida personal; lograr que la razón se convierta en instrumento adecuado para el conocimiento de la realidad, ante todo de la realidad inmediata que para el hombre es él mismo. Por tanto, humanizar la historia. Asumir la propia libertad, y conseguirlo mediante el despertar de la conciencia personal, la cual tendrá que asumir el tiempo y, más aún, los distintos tiempos de la persona.

4. La fenomenología del tiempo.

La estructura de la persona se elabora, como la historia. Sobre otra disposición: la temporal. Pero aunque la historia se haya ido conformando de acuerdo con múltiples tiempos, estos se incluyen siempre dentro del tiempo histórico, que es el sucesivo. Sin embargo, los tiempos del hombre suponen algo más. Zambrano los divide en tres tipos de tiempos. Esquemáticamente, pueden distinguirse:

  • Tiempo sucesivo: es el tiempo de la conciencia y de la libertad, medible en sus tres dimensiones (pasado, presente, futuro).
  • Tiempo de la psique: el tiempo de los sueños, donde el pensamiento no tiene cabida ni tampoco la libertad. En esta atemporalidad el sujeto no decide, sino que es movido por las circunstancias
  • Tiempo de creación: es la temporalidad de la lucidez y de la creación. En ella se puede dar origen al arte o al pensamiento o a lo que María Zambrano llama la “creación de la persona”.

5. Razón poética.

María Zambrano propone la razón poética, distinta de la razón vital e histórica de Ortega y de la razón pura de Kant. La razón de Zambrano es una razón que trata de penetrar en los infiernos del alma para descubrir lo sagrado, que se revela poéticamente. La razón poética nace como un nuevo método idóneo para la consecución del fin propuesto: la creación de la persona individual.

Para Zambrano, el yo está dotado de una sustancia en su interior, que es el ser, ese ser comprende sus sentimientos, sus ideas más profundas; lo más sagrado del yo y de una conciencia. A través de estas premisas debe buscar su unidad como persona. El ser es innato, proviene desde el primer día que existimos, aún sin ser consciente; la conciencia se va creando poco a poco, en cuanto al hombre empiezan a surgirle las dudas.

El ser está codificado por la palabra poética, esa palabra debe ser descodificada a través de la conciencia, y esta, a su vez, logra descifrarla gracias al pensamiento poético. Esa palabra poética descodificada llega a la conciencia del hombre y la convierte en palabra verbal, que es la palabra con la que es capaz de comunicarse. Cuando el hombre llega a comunicar su ser, se ha creado como unidad, pues es capaz de unir su conciencia con su ser.

Si esta teoría se extrapola a un niño, el niño quiere, ama, siente dolor, pero no es consciente de ello, porque tiene el ser, pero aún no ha desarrollado la conciencia. Poco a poco, se va dando cuenta de qué es cada cosa y logra descifrarla en el momento en el que se le desarrolla la conciencia y consigue descodificar su ser.

6. El método. La razón poética.

Un método es una vía por la que se empieza a caminar para conseguir un objetivo. Sin embargo, el descubrimiento de este camino no tiene que ser distinto de la propia acción que ha de llevar al cumplimiento de quien la realiza. Lo propio del hombre es abrir camino, dice Zambrano, porque al hacerlo pone en ejercicio su ser. Por tanto, el propio hombre es camino.

El hombre tiende a abrirse camino y esto significa proporcionar un modo de visibilidad, pues lo propiamente humano no es tanto ver como dar a ver, establecer el marco a través del cual la visión sea posible. Acción ética, pues, al par que conocimiento, ya que al trazar el marco se abre un horizonte, y el horizonte, cuando se despeja, procura un espacio para la visibilidad.

La razón poética de María Zambrano se inicia como una visión poética, la atención dispuesta a recibir. Y la atención ya no rechaza lo que viene de fuera, sino que permanece abierta y dispuesta. En un primer momento, la razón poética es el inicio, es la creación de las formas antes de la palabra. Después, la razón actuará aplicando la palabra en el trazo de los símbolos y más allá, donde el símbolo pierde su consistencia mundana, manteniendo tan sólo su carácter de vínculo. Entonces es cuando la razón poética se dará plenamente, y será la creadora de realidades y ante todo de la realidad primera: la del propio ser.

(Ramos, Nuria. Y Casquet, Sergio. Pensadores españoles universales. Colección Leo. Libros de divulgación de LID Editorial Empresarial. S.L. Madrid. 2014)