El cinismo fue una filosofía contracultural y contraoficial. Los antiguos cínicos consideraban que el estilo de vida socialmente aceptado no conducía hacia la felicidad sino hacia la esclavitud, y por ello viraron el rumbo de sus existencias. Se rebelaron a vivir de forma inauténtica e impersonal, condicionados por las opiniones de la gente. Donde todos piensan, dicen y hacen lo mismo, cualquiera es intercambiable y reemplazable. Los cínicos optaron por alejarse de la manada, no aceptaron ningún macho alfa que los gobernase y tuvieron el coraje de ser auténticos. Frente a las convenciones, el confort y el progreso de la civilización eligieron una vida natural, sencilla y austera. Defendieron como valores la verdad, la libertad y la autosuficiencia. Se rebelaron contra todo aquello que pudiera poner en peligro su independencia: el principio de autoridad y el academicismo, la corrección política, los usos y costumbres, las tradiciones aceptadas acríticamente, las modas, el deseo, el placer sin medida, las pasiones que subyugan a la voluntad o la opinión de la mayoría.
Aunque desconocemos si alguno de nuestros filósofos llegó a dejarse cresta, un cínico y un punk comparten lugares comunes. El punk ha conservado algunos de los principios centrales del cinismo, como la parresía (franqueza de palabra) y la anaideia (desvergüenza), y por ello puede servirnos como una imagen moderna de esta filosofía existencial antigua. A través del punk, más cercano a nosotros, podemos entender con facilidad en qué consistía ser un cínico.
Fácilmente podríamos resolver esta pregunta con un sí y hacer un ejercicio de desglose de datos sobre la importancia de la antropología en el entendimiento de la sociedad y el impacto que esta ciencia podría tener en los métodos de desarrollo sociales como herramienta para el avance de la sociedad en materia de derechos fundamentales. Pero tenemos las suficientes evidencias de que, en nuestra historia de la antropología, no siempre fuimos así- algo que queda claro en el aprendizaje básico de la misma-, sino que, técnicamente, fuimos la herramienta perfecta que permitió un diversas y múltiples ocasiones el crecimiento y la difusión del colonialismo y, en cierto modo, allanar el terreno para la globalización actual, un debate que pueda perenne en el pensamiento filosófico y ético del antropólogo.
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